Aunque nunca podemos saber con total precisión si un marisco es fresco o no, sí que hay maneras de encontrar pistas acerca de su estado.
Por ejemplo, una señal clave para determinar que un crustáceo es fresco es que el ejemplar se reanime cuando se sumerja en el agua o que se mueva cuando lo agarremos. Si los crustáceos están refrigerados sabremos que son frescos porque la cabeza suele tener un tono traslúcido y el cuerpo es suave al tacto. Cuando vayamos a comer un crustáceo ya cocido, sabremos que ha sido cocinado fresco si la cola y las patas están replegadas.
Las señales son parecidas en el caso de los moluscos. Los bivalvos frescos tienen que estar firmemente cerrados y si estuvieran abiertos, dederían cerrarse al sentir cualquier pequeño roce. Que el líquido interno de los moluscos sea claro, es otra buena señal.