Además de ser una tierra digna de visita, si por algo destaca Galicia es por sus vinos. Los vinos gallegos son ligeros y levemente ácidos. Entre todos ellos destacan los tintos y blancos de Ribeiro, el albariño, los blancos y tintos de Salvatierra, los albariños de Cambados, los tintos de Rubiós o de Gomariz y los treixaduras, elaborados con uvas blancas de Ribeiro.
LAS VARIEDADES
Para elaborar los caldos gallegos se emplean distintas variedades de uvas, tanto blancas como tintas.
Entre las primeras tenemos la variedad Albariño, que se cultiva principalmente en la Denominación de Origen Rías Baixas, aunque también está presente en otras zonas. Sus vinos alcanzan graduaciones entre 11º y 13º, con una acidez notable. Es una variedad aromática, con aromas florales, de intensidad media a potente y duración larga.
La variedad Godello se cultiva en el área geográfica de la Denominación de Origen Valdeorras. Sus vinos alcanzan variedades altas de 12º a 13’5º y una acidez baja. No es muy aromática, aunque sí tiene aromas afrutados complejos.
El cultivo de la variedad Loureiro se extiende por el valle del Miño, hasta la ciudad de Ourense. Sus vinos alcanzan graduaciones entre 10º y 11’5º, con una acidez alta. Es una variedad bastante aromática, con aromas que recuerdan al laurel.
El área de cultivo de Torrontés está en la D.O. Ribeiro. Sus vinos alcanzan graduaciones entre 10’5º y 12º, con acidez baja. El área de cultivo de la Treixadura está en el valle del Miño, en terrenos que pertenecen a la D.O. Ribeiro o a la D.O. Rías Baixas, aunque también se encuentra en otras áreas. Sus vinos alcanzan graduaciones entre 11’5º y 13º, con una acidez media. Es variedad aromática, con gran amplitud de matices. Doña Blanca se cultiva principalmente en el Valle del Monterrei. Da lugar a vinos delicados con graduaciones alrededor de los 11º, con acidez media-alta, y con un importante contenido málico. Es una variedad aromática, con aromas afrutados potentes de manzana.
En cuanto a las variedades tintas, tenemos la mencía, caíño bravo, ferrón, espadeiro y merenzao. El área productiva de la mencía son los valles del Sil y la parte superior del valle del Miño, en terrenos de la D.O. Valdeorras y de la D.O Ribeira Sacra. Da lugar a vinos con graduaciones entre 11º y 12’5º y acidez baja. No se puede considerar como variedad aromática, pero sí posee aromas afrutados que recuerdan a la frambuesa, que son persistentes.
Rústica y poco productiva, el caíño bravo da lugar a vinos con alrededor de 10º y una acidez elevada. Tiene una gran personalidad, y es considerado por los viticultores como “el padre del vino”. Tiene aromas intensos, profundos y sofisticados.
La variedad ferrón ocupa una reducida extensión en la provincia de Ourense. Sus vinos alcanzan graduaciones entre 10º y 11º, con una acidez importante. Es una variedad bastante aromática, con aromas intensos y penetrantes poco sofisticados.
El espadeiro es una variedad que se cultiva casi exclusivamente en la D.O. Rías Baixas. Sus vinos alcanzan una graduación de alrededor de los 10º, con acidez importante. Es una variedad aromática de aromas profundos, intensos, sofisticados y de gran personalidad.
El merenzao, también llamada María Ordoña en la D.O. Valdeorras y Bastardo en la D.O. Monterrei, da lugar a vinos con graduaciones de unos 13º y una acidez también importante. Es una variedad con un potencial aromático medio, pero muy específico y sofisticado.
Las Denominaciones de Origen gallegas
En Galicia existen en la actualidad seis Denominaciones de Origen para sus vinos: Rías Baixas, Valdeorras, Ribeiro, Ribeira Sacra y Monterrei.
La D.O. Rías Baixas ampara tres subzonas vitivinícolas de la provincia de Pontevedra, donde se cultivan unas 1.600 hectáreas de viñedo: Valle del Salnés, en la margen izquierda de la ría de Arousa, donde se concentra la mayor parte de los viñedos; el condado del Tea, a lo largo de la ribera derecha del Miño; y El Rosal, en la cuenca más baja del Miño. El clima de esta zona tiene una clara influencia atlántica.
La variedad blanca Albariño, autóctona de Galicia y cuya antigüedad se remonta al siglo XII, ocupa la mayor parte de la superficie de viñedo en la zona que comprende la D.O. Rías Baixas. El vino Albariño está catalogado como uno de los mejores blancos del mundo.
Otros vinos de esta Denominación, como los de Condado de Tea y El Rosal, se elaboran con un 70% de uva albariño y el 30% de otras variedades blancas. Existen otras variedades de uva blanca con menor superficie, como la Treixadura, Loureira, Caíño Blanco y Torrontés. En uva tinta se cultivan las variedades Caíño Tinta, Mencía, Espadeiro y Sousón.
Valdeorras
La cuenca valdeorresa del río Sil está cubierta de viñedo, desde la localidad de O Barco hasta A Rúa, junto a los álamos de las riberas y también en las laderas que miran al sur. Existe un microclima especial, un cruce entre mediterráneo y oceánico, que colabora en la maduración de los racimos. Se trata de un pasillo cálido, entre altas montañas, con una luminosidad superior a la de otras comarcas gallegas.
La aromática Godello, uva blanca autóctona, es el principal patrimonio de esta Denominación de Origen. En Valdeorras se prima su plantación, pero también las de las variedades tintas Mencía y Merenzao o María Ordoña. La Mencía se ha adaptado bien a las características geoclimáticas y es posible hallar en el mercado una buena colección de vinos monovarietales. A partir de la uva Mencía, Valdeorras compite con muchos otros tintos jóvenes, gracias a los deliciosos aromas a zarzamora, ciruela y regaliz de la variedad.
Ribeiro
La Denominación de Origen Ribeiro abarca unas 3.000 hectáreas de viñedo situadas en las riberas y valles de los ríos Avia, Miño y Arnoya, en la parte occidental de la provincia de Ourense, con el municipio de Ribadavia como núcleo central. El clima es atlántico, con temperaturas suaves y lluvias abundantes. Las cepas se elevan en las laderas más soleadas para que los frutos no estén en contacto con el suelo.
Las variedades predominantes son autóctonas, entre las que destacan las blancas Treixadura, Loureira y Torrontés; y las tintas Caíño y Brancellao. También hay variedades no autóctonas, como las Palomino y Garnacha Tintorera y, en menor proporción, Godello, Macabeo, Albilla, Albariño, Ferrón, Souson, Mencía y Templanilla.
La mezcla de esta amalgama de variedades aporta unos vinos blancos de color pajizo pálido, elegantes, frescos, ligeros y aromáticos, de alegre acidez y con una graduación alcohólica muy suave.
Espoleados por elaboradores empeñados en rescatar para los vinos del Ribeiro la dignidad que tuvieron en otras épocas, algunas bodegas acogidas a esta célebre Denominación de Origen gallega, replantean su labor basada en los grandes volúmenes y se suman al segmento de los blancos de calidad.
Ribeira Sacra
Esta denominación es de reciente creación, aunque históricamente sus vinos fueron muy valorados cualitativamente, especialmente los tintos, que gozan aún hoy en día de una gran tradición. Su zona de producción se extiende a lo largo de las riberas de los ríos Miño y Sil, una zona de paisaje inolvidable, llena de historia y de monumentos, y donde la vid es el cultivo principal.
Dentro de la Denominación de Origen se diferencian cinco subzonas: Chantada, Quiroga, Riberas del Miño, Amandi y Ribera del Sil-Ourense. Las variedades fundamentales son la señorial Mencía y las delicadas Albariño y Godello, elaborándose vinos aromáticos de excelente calidad, predominantemente tintos.
Vinos y monasterios: Monterrei
Resultaría aventurado afirmar que fueron los romanos quienes dieron lugar a las villas de la comarca de Monterrei y quienes introdujeron el cultivo de vino en la zona. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que la expansión de las órdenes religiosas al comienzo de la Edad Media trajo consigo una expansión de los viñedos que con profusión se extendieron alrededor de los monasterios.
Aunque los datos de la época son escasos, se puede afirmar que alrededor del año 950 estas tierras se repoblaron y a sus habitantes se les exigió el pago de impuestos con productos del campo. En el 1183, el Monasterio de Celanova, poseedor de estas tierras, les exigía a los moradores del “Sancta María de Berín” la quinta parte del vino que produjeran. El Monasterio de Montederramo, que también poseía tierras en el Valle de Monterrei, les exigía a los arrendatarios el pago de un “puçal de viño” por casa, entre otras especies. Durante el resto de la Edad Media los monasterios y órdenes religiosas mantuvieron el control sobre los mejores viñedos del Valle de Monterrei.
En 1700, en una somera descripción geográfica, se puede leer que “se produce mucho y estimado vino en este Valle de Monterrei”. La competencia de los ingleses desde Portugal y el mal estado de las comunicaciones del interior llevó a que se plantaran viñas en la costa, con lo que las viejas clases de vino blanco se vieron sustituidas por las de tinto, decayendo la producción, que ya sólo se destinaba al consumo de la zona.
A comienzos del siglo XIX los destrozos en los viñedos a causa de los ríos fueron cuantiosos: “En menos de diez años el agua destrozó trescientas cavaduras de viña de la mejor calidad que se podrían convertir en tres mil olas de vino (aproximadamente unos 480 hectólitros), según cuenta un informe de la época.
Los viñedos que conforman la Denominación de Origen se extienden por las laderas de los montes y valles regados por el río Támega y sus afluentes, ocupando una extensión próxima a las tres mil hectáreas. Dentro de la D.O. están diferenciadas dos subzonas: la del Val de Monterrei y la de la Ladeira de Monterrei, teniendo la comarca a Verín como su cabecera.
Los digestivos para los más avezados: El orujo gallego
El orujo de Galicia es un aguardiente obtenido por destilación de orujos de uva, es decir, las partes sólidas de la vendimia que no tienen aprovechamiento en la previa elaboración del vino, perteneciendo al mismo tipo de bebida que los marc franceses, las grappas italianas, las bagaçeiras portuguesas o los tsipouros griegos.
La elaboración del orujo está en el corazón de loas viticultores gallegos y está fuertemente integrado en la vida de los labriegos y de los marineros que aseguran que, en el calor, refresca, y en el frío, calienta, mata tristezas y mejora la voz.
La queimada y el rito ancestral
Uno de los más difundidos rituales del aguardiente es la queimada. Hay paganía y misterio en esta operación en la que la bebida se hace arder con ciertas fórmulas y añadiendo azúcar, cáscaras de naranja y limón, café o vino tinto, al gusto del quemador. Con buen pulso se le prende fuego, y mientras la queimada se remueve con un cucharón, se recita algún conjuro a la vez que se levantan las llamas y se sigue oficiando; las llamaradas se levantan azules, amarillas, blancas, verdosas, violáceas. Se reparte en tacitas de barro. En los orígenes de la queimada se encuentran elementos célticos, románicos, germánicos y árabes.
Elementos introducidos por los árabes serían el aguardiente y el azúcar; germánicos, el placer de la ebriedad colectiva y el gusto por las bebidas encendidas; y célticos, los elementos poéticos de los “esconxuros”.
http://www.uv.es/charco/documentos/vinos_gallegos.htm