Safari de marisco en Galicia: Rías Baixas

Empezamos la ruta de la mejor forma posible: en una pescadería. Mar Viva en Corcubión funciona de ese modo antiguo que algunos restaurantes modernos eligen como forma de vida: eliges el pescado o marisco de entre su oferta del día, lo pesan, pagas en consonancia y lo preparan al momento. Centollas, navajas y pescados fresquísimos al gusto; lo difícil es seleccionar con qué quedarse para degustarlo en la planta superior del establecimiento.

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Percebes de Corcubión. Mar Viva

Carnota tiene algunas playas que podrían ser los Hamptons (pero disponibles para cualquiera y menos horteras, o sea, en mejor). Además de los arenales y el famoso hórreo, hay dos buenísimos restaurantes que ya justifican por sí solos la visita: Casa Manolo y la Parrillada Fontevella, lugares tradicionales donde los que están al frente son profesionales con un trato excelente y en los que se elija lo que se elija es imposible equivocarse.

Casa Manolo (Caldebarcos, Carnota) está especializado en maravillosas zamburiñas y en arroz con bogavante. En Parillada Fontevella (Caldebarcos, Carnota) hay que dejarse aconsejar por los expertos y disfrutar de las vistas al mar, los pescados y mariscos según se dé el día. Y como ejemplo de que es posible comer bien a buen precio hasta en lugares insospechados, saliendo de Carnota, en Lira, la Pensión Cachiño, sirve buen producto en un hostal de carretera identificable por sus galerías blancas.
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Zamburiñas de Carnota. Casa Manolo

Las –ya no tan humildes- almejas en Galicia llevan inmediatamente a pensar en Carril, e inmediatamente en el clásico Loliña. Además de los bivalvos, tienen fama los arroces y el rape.

Una propuesta contemporánea que mira a lo tradicional (pero que probablemente una abuela gallega miraría con escepticismo porque el tamaño de las raciones no te dejan reventando) es la del Loxe Mareiro 2.0, (esta puntilla tan de disco de Garbage en 1998 nos señala la sombra del Abastos 2.0, el restaurante que lleva liderando la cocina gallega de vanguardia –sin miedo a reinventarse- en plena plaza de Santiago), también en Carril. Un lugar de diseño muy sencillo que a la vez derrocha molonidad experto en recuperar los platos de lata, el concepto “de aldea”, la idea de comer en casa (la propia, la de un amigo, algo tan en alza en estos días), de regreso a los orígenes, a la sencillez y a cocinar con lo que tienes delante en ese momento. Claro, puede ser que vayas y ese día no haya marisco. Pero no te vas a arrepentir.

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Marisco de Carril. O Loxe Mareiro 2.0

En O Grove el marisco son palabras mayores. Merece la pena esforzarse por coincidir con la feria (en Galicia las ferias gastronómicas son una institución) del marisco en octubre o la feria del centollo en diciembre; la experiencia –pese a lo multitudinaria y ruidosa- será de las que no se olvidan y demostrará que el marisco se puede comer de una forma popular, masiva e informal sin perder un ápice de calidad. El producto es el producto, nunca se repetirá lo bastante.

Si la visita no coincide con ninguno de estos eventos o se prefieren comer con mantel y alejado de multitudes, D’Berto es la respuesta. Producto sin parangón con un aspecto (atención al tamaño) y un sabor con el que maravillarse en uno de los mejores restaurantes de Galicia (ahí es nada).

En la muy turística Sanxenxo el éxito de la marisquería Marlima se muestra en sus dos sedes a un paso de la playa en las que sirven su ya mítico arroz con bogavante. Entre ambos locales queda el puerto deportivo con su Taberna del Náutico, con un emplazamiento privilegiado y una terraza envidiable con vistas únicas del pueblo, las playas y los yates.

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Mar. Galicia. Morriña.. O Loxe Mareiro

Adentrándonos más en la ría de Pontevedra, A Nova Cepa en Poio tiene unas vistas magníficas de la ría, unas zamburiñas de excepción, trato que debería aparecer en la definición de “como tiene que ser” y unas filloas de postre capaces de hacerle sombra al resto de la comida.

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La Ría de Pontevedra y su producto marino. A Nova Cepa

En la zona del Morrazo destaca Bueu, uno de esos pueblos todavía incólumes al turismo masivo en los que hay vida todo el año y la gente sigue viviendo, en gran parte, del mar. De su puerto salen los barcos para ir a Ons, la isla que tiene fama de ser el lugar de Galicia en el que se pesca el mejor pulpo (el lugar en el que se cocina es, por un misterioso azar, Carballiño, en Ourense, bien lejos de la costa).

A un paso de la lonja está el Pescador, garantía de producto de calidad especializado en arroz con bogavante o cocochas con almejas, las mismas especialidades que ofrece su vecino, el clásico Estrella (ambos calle A Xan Carballeira, Bueu). Con un punto más humilde pero poseedor de una terracita ajardinada agradabilísima, O Chouzo se especializa en cazuelas de pescados y mariscos igualmente frescas y tentadoras.

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Arroz con bogavante del Pescador. El Pescador

Perfectamente visible desde el muelle está la playa de Beluso, lugar perteneciente al ayuntamiento de Bueu que con su arena gruesa (es de las pocas playas gallegas con arena que no podría pasar por caribeña) ha mantenido la fisonomía que tenía hace un siglo atrás prácticamente intacta, chalanas de pescadores incluidas, y es, por tanto, un rincón derrochón de encanto al que retirarse. En una de las casitas de piedra tan centenarias como el propio restaurante, A Centoleira prepara magníficos arroces y un afamado rape con almejas que invitan a digerirlos durmiendo la siesta en la soledad de Cabo Udra o Cabo Home.

En el interior de la península del Morrazo el pueblo de Hío es famoso por su cruceiro tallado de una sóla roca y entre los comiditas por la calidad del restaurante Doade, de los mejores de la zona, si no el mejor, con mariscos seleccionados, buen trato y a un paso de algunas de las playas más tranquilas y con más rollaco de todo el norte.

Completando la curva y entrando ya en la ría de Vigo, es obligatoria una parada en Domaio para disfrutar de los centollos o camarones de Casa Ríos, frente a la ermita de San Benito. A un paso, el cliché de “Marco incomparable” acude mucho a tu cabeza cuando visitas un sitio que está, realmente, en un marco incomparable. En un palafito sobre las aguas totalmente acristalado y con vistas a la ría de Vigo y sus bateas, el Laurel, en Vilaboa, es de esos sitios refinados y excepcionalmente situados que no se olvidan.

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Centollo cocido de El Pescador. El Pescador

El vórtice de la ría de Vigo es un lugar de peregrinación para cualquier amante de la gastronomía en general y del marisco en particular. Las ostras de Arcade tienen merecida fama por su tamaño, su sabor y su precio, que harán flojear las piernas de gusto al aficionado curtido en restaurantes de grandes capitales. En cualquiera de sus marisquerías es posible disfrutar de este producto milagroso, pero el clásico Arcadia se impone con fuerza (Avenida Castelao 25, Arcade).

Ya en Vigo, el Mosquito es un mítico de los días de antaño en el que tal vez las raciones no sean tan abundantes y a tan buen precio como en los días pasados (o tal vez sí, pero la nostalgia nos engaña) que mantiene el tipo (Plaza da Pedra, Vigo). Muy cerca pero en un plan mucho más popular, muy concurrido por los vigueses y en un entorno no tan bien conservado, otro clásico de los clásicos es ir a tomar ostras en los aledaños del mercado de A Pedra, una de esas zonas de España llenas de memoria de los años 80, con su decadencia, su contrabando, su encanto y su autenticidad, en los que descubrir entre la mugre el amor verdadero.

La medieval villa de Baiona es, junto a playa América, la zona de veraneo tradicional de la ciudad, y el Rocamar el lugar en el que disfrutar de una buena mariscada. Directamente sobre las rocas, de esos sitios que hoy (afortunadamente) sería imposible construir. Especializado en lubina, lenguado, bogavante y caldeiradas, sus mariscos son excepcionales.

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Baiona calidade. Rocamar

Si se busca un restaurante en su bien conservado centro histórico, Casa Rita está especializada en cocochas pero los mariscos que sirven son garantía de frescura y sabor. No tienen carta, así que lo mejor es dejarse aconsejar y el resultado nunca defrauda.

Enfilamos la última parada del itinerario gastronómico en A Guarda, al lado de la desembocadura del Miño y con unas vistas impresionantes del océano y de Portugal. Si todas la costa gallega es un lugar adecuado para tomar marisco, esto se multiplica aquí, donde los restaurantes del muelle están especializados en langosta y prácticamente todos ofrecen mariscadas. Casa Olga es uno de esos lugares con una idiosincrasia particular (¿recuerdan el famoso Casa Pepe de Despeñaperros?, por ahí van los tiros) que tanto abundaban antaño en los que según el día te pueden tratar de maravilla o puedes salir sintiéndote insultado. Pese a ello la gente sigue acudiendo porque la langosta, el buey o los percebes son de excepción, por costumbre y porque, al final, hay gente pa tó. (Malteses 24, A Guarda).

Alborada (Rúa do Porto 34, A Guarda) es garantía de comida deliciosa sin sobresaltos, buena cocina y excelente producto. Tras la comida, la última de este safari de marisco por Galicia, se hace perentorio subir al monte Santa Tecla y poner la vista en Portugal, donde empezaría un viaje gastronómico igualmente delicioso pero de otro tipo. Hay que saber cuándo un viaje ha terminado.

http://www.traveler.es/viajes/placeres/articulos/safari-de-marisco-en-galicia-rias-baixas/5629

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